La Familia Trinitaria se completa con aquellos que han ganado de la Iglesia el reconocimiento de su santidad o la heroicidad de sus virtudes. Ellos son nuestros mejores maestros, valedores de que el carisma ha seguido dando frutos de santidad a lo largo de la historia.
Desde los mismos orígenes los trinitarios han repetido la expresión:
Hic est Ordo approbatus,
non a sanctis fabricatus
Sed a summo solo Deo.