El apostolado de la Orden de la Santísima Trinidad y de los Cautivos viene definido desde los comienzos por el nombre propio que San Juan de Mata da a la nueva Orden: la glorificación de la Santísima Trinidad por medio de la liberación de los cautivos.
La Regla Trinitaria, aprobada en 1198 por Inocencio III, expresa los rasgos profundamente evangélicos que San Juan de Mata quiere vivir en un nuevo y original proyecto de vida religiosa para la Iglesia, conectando la Trinidad y la redención de cautivos: la orden es Orden de la Santísima Trinidad y de la redención de cautivos, las casas de la Orden son Casas de la Santa Trinidad (Domus Trinitatis) para la redención de los cautivos, y los hermanos de Juan de Mata son Hermanos de la Santa Trinidad y de la redención de cautivos.
La Regla es el principio y fundamento de la Orden Trinitaria. Adaptada a través de ochocientos años por la tradición, y principalmente por el espíritu y la obra del Reformador Juan Bautista de la Concepción, se desarrolla en las Constituciones trinitarias aprobadas por la Santa Sede. En su número 5, las Constituciones de la Orden establecen el fundamento del actuar apostólico de la institución y el espíritu que anima a la actividad pastoral redentora de los Trinitarios:
El espíritu de la Orden, su proyecto y su modo de vida "proceden de la raíz de la caridad". En efecto, nuestros antepasados, preocupados vivamente por los peligros a que se hallaba expuesta la fe, y compadeciéndose de las miserias humanas, quisieron llevar remedios espirituales y sociales a los males más urgentes de su tiempo, especialmente a la cautividad de los cristianos.
Así, pues, es misión y deber de la Orden, teniendo en cuenta la evolución y el progreso de la sociedad actual, ofrecer el servicio de misericordia y redención, "para que pasen a la libertad de la gloria de los hijos de Dios" (Rom 8,21):
a) a las personas que padecen persecución por Cristo o cuya fe cristiana se halla en peligro o está impedida.
b) a los que están despojados de los derechos de libertad y justicia y se encuentran sometidos a dolores y miserias de cuerpo y del alma, a los pobres y abandonados, socorriéndolos con obras de misericordia y con otras iniciativas de asistencia y de promoción.
c) a los pueblos que todavía no creen en Cristo, asumiendo la tarea de propagar el evangelio y de implantar entre ellos la Iglesia; cosa que la Orden realizará según su propio espíritu e índole, sobre en las regiones donde principalmente se desea fomentar el progreso de los pueblos;
d) a los fieles, para ayudarlos y fortalecerlos en la fe con el servicio ministerial, desempeñando su actividad apostólica, según el espíritu e índole propios en las diversas tareas que la Iglesia ha confiado a la Orden.