En las últimas semanas, hemos sido testigos tanto de la preparación como del desarrollo del Capítulo de la Provincia Trinitaria del Espíritu Santo. Gracias a nuestros medios de comunicación e información, y al responsable de los mismos, este Capítulo ha alcanzado la mayor audiencia y participación de la historia de la Provincia. Esto nos lleva a una conclusión esperanzadora: el interés por los asuntos de los frailes sigue vigente.
Algunos podrían argumentar que siempre ha existido interés en los Capítulos que celebramos los religiosos. Personalmente, he sido testigo de peticiones enviadas a la presidencia capitular, justificando la permanencia de ciertos frailes en comunidades u obras pastorales específicas, con la súplica de evitar su posible traslado; así como también he presenciado lo contrario, pidiendo misericordia para los fieles y exigiendo cambios. Sin embargo, es al concluir las sesiones capitulares cuando el interés crece, usualmente acompañado de chismes y rumores sobre traslados, nombramientos y otros anuncios de cambios en comunidades, obras apostólicas y personal religioso.
La experiencia y la sabencia me enseñan que es inevitable que esto ocurra. En primer lugar, porque el gusto por este tipo de noticias nunca pasa de moda, pero también porque las decisiones tomadas en el Capítulo Provincial tienen una repercusión real en la misión y el compromiso de nuestras comunidades. Es posible que no nos agrade que todo se reduzca a los cambios de personal y los comentarios que surgen a raíz de ellos, pero es una consecuencia natural de compartir espacios y estar comprometidos con los valores que promovemos: acogida, aceptación e identificación con nuestra labor.
No es sensato desechar la parva buena de esta siega, habrá que enseñar a aventarla con buen aire, para discernir lo accesorio de lo importante. ¿Qué podemos esperar del Capítulo? Hay un grano que está por rendir fruto, convertirse en germen o transformarse en base alimenticia. El Capítulo de 2024 nos deja un futuro abierto, ya que se ha abordado en profundidad todo aquello que es esencial para nosotros como trinitarios, que no debemos renunciar ni esquivar. Esto incluye la importancia de una vida comunitaria radical, el redescubrimiento de nuestra espiritualidad primordial, siendo recuerdo de Dios para el mundo de hoy, el diálogo con nuestros fundadores y reformadores, el compromiso por la misión compartida en sinodalidad y la necesidad de equilibrar lo afectivo y lo efectivo en nuestra misión carismática, en un continuo discernimiento sobre las nuevas esclavitudes y nuestras presencias, sobre la formación debida y la permanente escucha del clamor de los cautivos.
Todas estas semillas requieren una acogida adecuada: algunas para fructificar en nuevas cosechas, otras para trocar en harinas que nos traigan panes y dulces que compartir, o que espesen nuestras salsas deslavazadas. En cualquier caso, necesitaremos personas comprometidas, no solo frailes, que sean fundamentales para desarrollar estos ejes en los próximos tres años. Solo me queda soñar y esperar que en capítulos venideros no solo sean los religiosos los que dialoguen, decidan y voten sobre lo que debemos ser, sino que involucren a todos los que se sienten parte de esta familia carismática redentora.
Pedro J. Huerta Nuño, osst