La historia de la primera humanidad se fue escribiendo a base de encuentros y desencuentros, de celos y envidias, de desprecio y rechazo entre “hermanos”. Y el Dios Creador le pregunta al hombre Caín “¿dónde está tu hermano?, ¿dónde lo has dejado, donde lo has olvidado?”. Y el hombre Caín siempre responde igual: “no sé, ¿acaso soy yo guardián de mi hermano?”.
Y Jesús, la Palabra encarnada en el hombre-hermano, nos recuerda y repite que el otro es mi hermano a quien he de amar sin límites, perdonar, acompañar, sanar, liberar. Y Jesús se pateaba todas las periferias geográficas y humanas de Judea y Galilea, y se acercaba, desafiando a la ley, al templo y a la casta religiosa farisaica para tocar, acariciar, curar, resucitar, expulsar demonios de exclusión y muerte; e invitaba a sus discípulos a ir a otra parte, a aldeas alejadas y olvidadas, a buscar ovejas descarriadas, que también tenían necesidad de ser liberadas y escuchar palabras de buenas noticias esperanzadoras; sin importarle que fueran prostitutas, publicanos, gente de mal vivir, no religiosos, samaritanos, sirios, gerasenos, leprosos o militares, que no fuera bien recibido o expulsado del territorio.
Y Jesús, el Gran libertador, nos sigue preguntando hoy, especialmente a nosotros los trinitarios, que dónde está nuestro hermano. Esos hermanos a quienes Juan de Mata también buscó con ahínco en su afán de encontrar al Cristo cautivo y esclavizado. Y lo encontró en los márgenes de la cristiandad, al otro lado de las fronteras y territorios de seguridad militar y religiosa. Y se arriesgó, con sus hermanos trinitarios, cruzando los mares y adentrándose en territorio enemigo, “enemigos de la Trinidad y de la Cruz de Cristo”. Y allí, encerrado en mazmorras y crueles cárceles de muerte, se encontró con Jesús que padecía la cautividad y pérdida de la libertad. Y, ungido por el Espíritu de la Libertad, lo rescató poniéndolo en libertad e integrándolo a su familia y a la sociedad de donde fue arrebatado.
Hoy en día, también la Familia Trinitaria, ungida del mismo Espíritu y carisma liberador de Juan de Mata, sigue ofreciendo, desde la Pastoral Penitenciaria, una respuesta a la pregunta de la Trinidad Redentora “¿dónde está tu hermano?”. Nos sentimos “guardianes” de la suerte que están pasando todos nuestros hermanos que viven hoy también en “mazmorras de exclusión y de muerte” en todas las cárceles del mundo y en zonas de persecución y esclavitud. Y como Jesús, nos ponemos “en salida”, en éxodo, para buscar y encontrar a nuestro hermano encarcelado que ha sido arrojado, cual escoria social, a las periferias geográficas de nuestras ciudades.
Las cárceles, como los cementerios, están a las afueras de las ciudades. Allí son sepultados por el sistema social y penal injusto hombres y mujeres para que, al igual que en el sepulcro, se vayan pudriendo lentamente y muriendo para la sociedad. Las cárceles no dejan se ser “cementerios de hombres vivos”. Por ello son “las periferias de las periferias”; esos lugares de reclusión y hacinamiento donde son arrojados hombres y mujeres a los que el sistema penal, amparado y reforzado por una política eminentemente punitiva y nada regeneradora de la conducta humana, y por un criterio social del “descarte” y el castigo.
Pues es ahí, en esas “periferias existenciales” (cf EG,46), donde se ubica la misión evangelizadora de la Pastoral Penitenciaria, que es misión de la Iglesia; es ahí donde ha de ubicarse y ser centro de presencia del carisma trinitario de misericordia y redención. Al igual que hiciera Juan de Mata en su tiempo, hoy los trinitarios estamos llamados a acercarnos a esas periferias existenciales, yendo a los “márgenes de nuestra sociedad” para rescatar y liberar a hombres y mujeres que necesitan ser recuperados para la familia, la sociedad y la Iglesia.
Somos conscientes que esas periferias, las cárceles, no son cómodas, pues generan muchas dificultades, incomodidades, salir a lugares distantes, contratiempos, ambientes desconocidos y ajenos a nuestro control; y eso nos desquicia pues rompe nuestra comodidad y bien vivir.
La Pastoral Penitenciaria es una pastoral eclesial en “salida misionera” al encuentro con Cristo encarcelado que nos sigue repitiendo: “estaba en la cárcel y vinisteis a verme”; y que nos está reclamando a la Familia Trinitaria para que ejerzamos, desde ella, la eficacia, la fuerza y la actualización del carisma trinitario de liberación integral.
Pedro Fernández Alejo, osst
Coordinador P.Penitenciaria Andalucía