JUAN BAUTISTA DE LA CONCEPCION
Reformador de la Orden de la Santísima Trinidad
(14 de Febrero)
Por Ángel García Rodríguez, Sevilla
Juan Bautista de la Concepción nació el 10 de Julio de 1561 en Almodóvar del Campo (Ciudad Real). A los catorce años vemos al joven Juan en contacto con los Carmelitas Descalzos que se establecen en Almodóvar. Acude desde principio a su escuela de Gramática y Humanidades. Al año siguiente de la apertura del convento, se produce en la vida del joven un hecho excepcional de tintes proféticos. A su regreso de Andalucía, santa Teresa de Jesús, se detuvo en Almodóvar para visitar a los carmelitas, yendo a hospedarse a la vecina casa de Marcos García. Y ahí profetizó a su madre: “uno de sus hijos ha de ser gran santo y reformador de una grandiosa obra que se verá”.
Fue en la imperial ciudad de Toledo a la que Juan se acerca y solicita su ingreso en el Convento de los Trinitarios. Allí tomó el hábito el año 1580. En el noviciado convive con el celebre san Simón de Rojas con el que tal vez repasa sus conocimientos filosóficos. En su iniciación a la vida religiosa, le acompañan otros trinitarios que alcanzaron renombre por motivo de martirio, santidad o de ciencia, como fr. Juan Palacios y Bernardo Monroy, futuros mártires en Argel. El 29 de junio de 1581 Juan hace sus votos solemnes. De allí es enviado a Alcalá de Henares para completar el estudio de la teología.
En Juan Bautista vemos un trinitario de cultura excelente. Será un gran predicador. Se ha escrito de él: “Tuvo palabra fácil, santidad de vida reconocida por todos en la Orden y fuera de ella, erudición de doctrina, grande aceptación del público y no menor provecho que sacaba de las almas”. Movido por el Espíritu Santo, inició la Reforma de la Orden y la llevó a término con la aprobación de la misma por el papa Clemente VIII el día 20 de agosto de 1599 Realizó personalmente muchas fundaciones.
Importante figura de la literatura y mística española, en sus escritos, de carácter, autobiográfico, narra la historia de la Descalces Trinitaria y trata con profundidad los más variados temas ascéticos y místicos. Murió en Córdoba el 14 de febrero de 1613. Allí, en la iglesia de la parroquia trinitaria que él fundara, descansan sus restos. Fue beatificado por el Papa Pío VII el 26 de septiembre de 1819 y canonizado por el papa Pablo VI el 25 de mayo de 1975.
Evangelio:
Mt. 16, 24-27 “El que pierda su vida por mi, la encontrará”
En aquel tiempo Jesús dijo a sus discípulos: “El que quiera seguirme, que renuncie a si mismo, cargue con su cruz y me siga. Pues el que quiera asegurar su vida, la perderá, pero el que sacrifique su vida por causa mía, la hallará. ¿De qué le servirá a uno ganar el mundo entero si se destruye a si mismo?. ¿Qué dará para rescatarse a si mismo?”
Comentario
Es difícil no sentir desconcierto y malestar al escuchar una vez más las palabras de Jesús: “El que quiera venirse conmigo, que se niegue a si mismo, que cargue con su cruz y me siga”. Jesús llama a sus discípulos a que le sigan fielmente y se pongan al servicio de un mundo más humano: el Reino de Dios. La cruz no es sino el sufrimiento que nos llegará como consecuencia de ese seguimiento; el destino doloroso que habremos de compartir con Cristo si seguimos realmente sus pasos.
Juan Bautista agarrado con su mano a la cruz es consciente de que su cruz es la misma de Cristo: el compromiso, dejarse crucificar en ella con él. Fue esa la senda que el Señor le prefijó en el camino de la Reforma Trinitaria. Su “Si” a Cristo le pide, una actitud de indiferencia de cara a los frecuentes cambios de cruz. El Reformador Trinitario lleva a cabo su misión de la Reforma con la conciencia clara de haber sido llamado para colaborar con Cristo Redentor mediante una honda comunión en sus padecimientos.
Oración
Oh Dios,
que elegiste a san Juan Bautista
y lo fortaleciste con indecible valor
para promover el primitivo espíritu
de la Orden de la Santísima Trinidad
e implantar un género de vida observante;
concédenos que,
siguiendo sus enseñanzas y ejemplos, nos renovemos constantemente
en nuestra mentalidad.
Por nuestro Señor Jesucristo.
Palabra del Reformador
Cruz y trabajo
“De esto ha estado y está llena la vida de los Santos, de cruz y trabajo, y gusta Dios de dárselos, porque gustan ellos de recibirlos “. (San Juan Bautista de la Concepción. Tomo VIII, f. 545, a Roma 1830-1831)
Vísteme, Señor, de tu gracia
Ea, Dios y Señor mío,
en los principios siento la dificultad
mientras estoy cerca de mi propio.
Haz tú, Señor, que yo me aleje
y desnude este viejo Adán
que es tan sensible.
Vísteme, Señor de tu gracia
y de tu Hijo Cristo,
porque vestido de él
no me mirarás a mí ni a mis defectos,
sino su rostro resplandeciente.
Con tal junta y compañía
y vestido tan de bodas como es el de Cristo
¿qué te pediré yo Señor que no me otorgues?
¿Cuánta será la seguridad que mi alma
llevará al convite de aquellas eternas bodas
donde todos los bienaventurados están sentados?
¡Oh dichosos trabajos y mortificaciones que a ti nos acercan!
Vengan Señor, mucho de norabuena.
Da, Señor, lo que prometes y envía lo que quieres.
Peso que, pesando el cuerpo, levanta el alma
y la eleva a trato particular con Dios.
(San Juan Bautista de la Concepción. Obras Completas.
Tomo I, p. 592. Madrid 1995)