Hace unos días un afamado actor español devoto e integrante de una hermandad malagueña declaraba ante un medio de comunicación en una breve e improvisada entrevista callejera que la Semana Santa es una metáfora de la vida; en ocasiones nos proporciona lágrimas y en otras, favores.
Tras una semana de intensas, copiosas y bienvenidas lluvias e incluso nieves, hemos podido comprobar la verdad de su afirmación. El agua, aclamada especialmente por agricultores, ganaderos y gentes de zonas en sequía extrema ha favorecido y bendecido la tierra elevando su nivel en los embalses y pantanos en tanto que esa misma lluvia ha arrancado las lágrimas de cientos de devotos y fervorosos que no podrían procesionar a sus sagrados titulares por las calles engalanadas de sus pueblos y ciudades.
Las antítesis, que como recurso literario hace contraponer una frase o una palabra a otra de significado contrario, pueblan nuestra vida de manera abundante y sigilosa.
Hemos asistido y celebrado en estos días pasados la Pasión y Muerte de Jesús de Nazaret y en seguida nos alegramos con la celebración de su Resurrección. Él se había proclamado como la Vida, y murió sin justicia. A Él que proclamó e invitó a todos a ser misericordiosos le ha sido arrebatada la vida de una forma inmisericorde. Él, que se prodiga como un hombre libre ha sido depositado en un sepulcro que es sellado y cerrado con una gran losa.
Para seguir añadiendo contradicciones nos encontramos en los relatos de la Resurrección que son las mujeres quienes toman la iniciativa de ir al sepulcro a la luz del amanecer, quién sabe si no iban cegadas por la oscuridad del fracaso de su maestro y Señor a quien siguieron con lealtad. Ellas permanecieron fieles mientras que los varones huyeron y a ellas les atribuye la tradición un importante papel en el origen de la fe en Jesús resucitado. Ellas buscaban un cadáver para embalsamar y han encontrado una importante tarea de vida y de renacimiento: anunciar su resurrección. Ellas iban a llorar al sepulcro y ahora han de ponerse en camino para comunicar a Pedro y a los demás que Jesús no está en la tumba.
En la diaria cotidianeidad de nuestra existencia podemos encontrar tantos escollos de muerte bloqueando el camino que nos muestra la esperanza como evidencias de resurrección que nos retiran los escombros del fracaso y nos facilitan el recorrido hacia el desempeño de nuestra misión.
Una mirada rápida al mundo nos hace descubrir que el cambio climático, las continuas llegadas de emigrantes a través del mar, las injusticias en todo el planeta son mucho más raudas que la capacidad y la voluntad que tenemos de afrontarlas desde lo individual y desde lo global. Especialmente cuando contemplamos un mundo tan dividido y sesgado en los intereses particulares.
La Resurrección de Jesús podría sugerirnos e invitarnos a un cambio radical de ritmo, indudablemente la globalidad de estos retos nos hace experimentar cierta insuficiencia para afrontarlos, pero una vez más es necesaria la apuesta por el espíritu de conjunto, el trabajo cooperativo y la cohesión. ¿Cómo erradicar la pobreza, cómo proteger los derechos humanos, cómo avanzar en el desarrollo sostenible del planeta y contribuir a la paz, la solidaridad y la seguridad?
La respuesta podemos encontrarla en la Resurrección. Porque Resucitar significa vivir en el favor, apartando a las lágrimas, resucitar significa crear una vida distinta, una vida de gracia, de comunión y comunicación respetuosa. Resucitar es transformar el mundo, compartir en gratuidad la vida. El tiempo pascual nos recuerda la invitación a ser sal y luz en una humanidad desorientada y necesitada de respuestas esperanzadas. El tiempo pascual nos invita también como el tiempo precedente de la Cuaresma a una continua metanoia, cambio, transformación; propiciando a nuestro alrededor espacios de misericordia, confianza y certidumbre que hagan sentir al otro acogida y aliento.
La vida se nos descubre ciertamente como tiempo de favores y lágrimas, pero ahora es el tiempo de gracia, el tiempo del favor, de la alegría, de la comunicación y de la comunión. El tiempo del Amor.
Toni Toral
Directora ESO FEST
Colegio Virgen de la Cabeza