El tiempo es el mejor autor y, aunque uno no es capaz de manejar su grafía, descubre poco a poco que las vivencias se quedan grabadas en el pergamino del alma. Ese tiempo hilvana y entrelaza tejidos que cubren tu piel, dando abrigo a tu propio ser.
No me eduqué en un colegio trinitario, no estuve nunca relacionado con una parroquia u obra trinitaria ni con un ningún trinitario. Mi infancia y juventud estuvieron marcadas por otras instituciones a las que quiero y siento.
Ahora hace 28 años, fruto de la casualidad dirían algunos o porque Dios lo quiso así, comenzó mi andadura en la que desde entonces es mi casa y donde desarrollo mi vocación docente. Ese momento fue, sin lugar a duda, un momento clave en mi crecimiento personal, religioso y profesional.
Con esta realidad, y sabiendo que es un atrevimiento por mi parte, tengo muy claro por lo que voy a rezar antes de este próximo Capítulo Provincial: ojalá muchas personas tengan la oportunidad vital de conocer el carisma trinitario como yo lo he vivido.
Fruto de esta vivencia:
Me quedo con los frailes sencillos que trabajan sin descanso en la parroquia de las barriadas más desfavorecidas.
Me quedo con los frailes de calcetines de colores o negros que se desviven por los internos de la cárcel.
Me quedo con los frailes viajeros para llegar a incontables reuniones y visitas.
Me quedo con los frailes mayores, que se han desgastado, que comparten sus experiencias de vida y que saben dar paso a savia nueva.
Me quedo con los frailes que saludan cada mañana a las familias en la entrada del colegio.
Me quedo con los frailes que proclaman y denuncian la persecución de los cristianos.
Me quedo con los frailes de sencillos sermones y palabras al oído.
Me quedo con los frailes que apuestan valientes, dejan castillos y viven en tierras de frontera.
Me quedo con los frailes que te acogen en su comunidad con una sonrisa y un abrazo fraterno.
Me quedo con los frailes que, a pesar de las dificultades en su comunidad, son fieles a su vocación.
Me quedo con los frailes que toman decisiones que ayudan a evangelizar con los signos de los tiempos.
Me quedo con los frailes que rezan con sus actos.
Me quedo con los frailes que entienden la religiosidad popular y saben aprovecharla como vehículo de evangelización.
Me quedo con los frailes que te escuchan y ven en tus miserias algo valioso.
Me quedo con los frailes que entienden que, como les dijo el Papa Francisco: “los trinitarios deben acompañar a los jóvenes para que amen apasionadamente a Jesús y muestren gran compasión por la humanidad”.
Me quedo con los frailes que hacen Casa de la Trinidad cuando abren sus puertas y en sus muros se entiende el dialogo como herramienta para el progreso y el entendimiento.
Me quedo con los frailes que apuestan por la corresponsabilidad con los laicos por convencimiento de una misión compartida y no fruto de la necesidad.
Me quedo con los frailes que dejan su vida en un comedor social o casa de acogida.
Me quedo con los frailes que favorecen el acercamiento a la oración y a los sacramentos en un ambiente actualizado, pero que no pierde la profundidad y riqueza teológica, es decir como Dios regala y comunica su gracia.
Me quedo con los frailes que se preocupan por ti y por tu familia.
Me quedo con los frailes que se equivocan porque hacen.
Me quedo con los frailes que escuchan y no prejuzgan, sino que acogen por ser hijos del mismo Padre.
Me quedo con los frailes que ven el trabajo con los menores y jóvenes como un campo privilegiado de misión trinitaria y por lo tanto de liberación y como única puerta para generar vocaciones.
Cada una de estas frases tiene nombres y apellidos de trinitarios que han llenado mi vida. Trinitarios que me han enseñado y compartido nuestro carisma.
Ojalá el capítulo con sus decisiones ayude a que muchas personas se vean impregnadas por poder tener esta gracia que Dios Trinidad me ha regalado.
Agradecido, rezo por vosotros.
Juanjo de la Torre Bellido
Director ESO Colegio Santísima Trinidad
Trinitarios Córdoba