«Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor"
Evangelio según san Juan (15,9-17)
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud. Éste es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado. Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer. No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto dure. De modo que lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo dé. Esto os mando: que os améis unos a otros.»
HOMILIA- I
PERMANECER EN EL AMOR
Hace ya mucho tiempo, allá por el siglo V, predicaba San Agustín a su pueblo del Norte de África estas hermosas palabras: “Todo hombre ama; nadie hay que no ame, pero hay que preguntar qué es lo que ama. No se nos invita a no amar, sino a que elijamos lo que hemos de amar”. Pues esta misma invitación a elegir el amor verdadero nos dirige la palabra de Dios en este sexto domingo de pascua, en vísperas ya de la Ascensión del Señor, que celebraremos el próximo domingo.
1. Dios es amor
La palabra que más se repite en los escritos de San Juan que hemos leído, en la carta y en el evangelio, es 'amor'. Pero como también es la palabra que más suena a lo largo del día en canciones, escritos y diálogos de distinto signo y especie, conviene recordar que el amor de que habla san Juan se traduce por la palabra 'caritas': el amor que es Dios no es amor de posesión, sino amor de donación, es decir, de caridad. Vamos a ver qué nos dice el Apóstol sobre el amor-caridad, para confrontar nuestro modo de ser y actuar con la Palabra de Dios. "Todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios; quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor". Es fácil, pues, comprobar si vivimos en Dios, si por nosotros discurre la vida de Dios; es fácil averiguar si conocemos a Dios, o sea, si estamos en comunión personal, íntima con él, que eso es 'conocer' a Dios: la prueba es el amor, si amamos, con un amor de caridad, que es amor de renuncia de sí y de entrega al otro, al prójimo. ¿Y por qué podemos decir que vivimos en Dios y lo conocemos en la media que lo amamos y nos amamos mutuamente? Pues "porque Dios es amor". Como Dios es eso, 'amor', 'caritas', los que viven en el amor viven en él y lo cono¬cen. Por eso las personas que odian, que guardan rencor a otras, que las aborrecen, que son incapaces de perdonar y de aceptar al prójimo como es, esas personas no viven en Dios ni conocen a Dios, es decir, no están en comunión con él, "porque Dios es amor". El odio, en cualquiera de sus versiones o manifestaciones, es incompatible con Dios, es la negación de Dios que es amor.
2. La revelación del amor
En un segundo pensamiento, san Juan nos habla de la manifestación del amor de Dios a nosotros: ¿cómo nos ha reve¬la¬do Dios el amor que nos tiene? ¿cómo nos lo ha hecho saber? Pues del modo más sublime posible: Dios nos ha manifestado el amor que nos tiene mandando a su Hijo único al mundo, para que vivamos por medio de él. La encarnación del Hijo en favor nuestro y para nuestra salvación es la prueba del amor de Dios. ¿Qué más nos podía dar Dios, si nos ha dado a su Hijo único? ¿De qué otro modo podía manifestarnos cuánto nos quiere si nos ha entregado al Hijo amado? Estamos celebrando la pascua que es la expresión de este infinito don de amor: la muerte y la resurrección del Señor por amor al hombre. Bien merece de nuestra parte una respuesta de amor, a quien tanto nos ha amado, hasta darnos a su Hijo, para que todo el que crea en él no perezca sino que tenga vida eterna.
3. ¿En qué consiste el amor?
Es la tercera cuestión que nos plantea San Juan en su carta. Como Dios es amor, todo lo que viene de él a nosotros es irradiación de su amor, todos sus dones son expresión-manifestación de su amor; el amor no es lo que nosotros damos a Dios, sino lo que él nos da a nosotros. "En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y nos envió a su Hijo, como propiciación por nuestros pecados". Para saber lo que es el amor, en qué consiste el amor como caridad, como desprendimiento de sí y entrega total, tenemos que contemplar el gesto increíble de Dios: nos dio a su propio Hijo, y nos lo dio hasta el final, hasta el sacrificio de su vida por amor nuestro; nos lo dio "como propiciación por nuestros pecados", o sea, en expiación de nuestros pecados, o como precio de nuestras maldades. Porque la muerte del Hijo es el altísimo precio que hubo de pagar el Padre para reconciliar el mundo consigo; la muerte del Hijo es la expresión del amor sin medida de Dios por nosotros, para que nadie perezca, para que todos tengan vida eterna. En esto consiste el amor: el Padre nos entrega al Hijo, y el Hijo se entrega a sí mismo por nuestro amor, para rescatarnos de la esclavitud del pecado y del poder de la muerte. Por eso nos ha dicho Jesús: "Como el Padre me ha amado, así os he amado yo". O sea, nos ha amado, y nos ama, con un amor infinito, con el mismo amor con que el Padre lo ama a él. El amor de Dios y de Cristo por nosotros está bien demostrado: "Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos"; lo que a nosotros, que somos sus amigos, se nos pide es que acojamos ese amor, que permanezcamos en él. Y el modo de vivir en el amor, de permanecer en el amor de Cristo es guardando sus mandamientos, o mejor, su mandamiento. "Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado… Esto es mando: que os améis unos a otros". La vida cristiana sin amor al prójimo es imposible; el odio al hermano, el rencor, la ojeriza, es la negación del mandamiento del amor, y por tanto, quien odia a su hermano vive en la mentira y su destino es la muerte eterna.
Este es el amor verdadero: el que no vive de este amor no conoce a Dios, no sabe quién es Dios, no ha nacido de Dios, no está en Dios. Pues somos semejantes a Dios porque amamos, es decir, si amamos con amor de entrega, con amor de caridad. Dios nos amó primero, para que podamos nosotros amarnos mutuamente y así estamos ya amando a Dios. Pues todo el que ama ha nacido de Dios, es de Dios, se hace semejante a Dios. Que la celebración de esta Eucaristía de pascua, signo del amor de Cristo, nos ayude a vivir en caridad, en el amor a Dios y al prójimo.
José María de Miguel González OSST
HOMILIA- II
Exégesis: Juan 15, 9-11.
El tema es: la alegría por el hecho de amar. En continuidad con el domingo pasado se recuerda que el discípulo de Jesús debe mantener una estrecha relación con Él. El permaneced en mí se con-vierte en permaneced en mi amor. el amor del Padre pasa por el Hijo y culmina en el Espíritu. Hay, por tanto, una situación nueva: «Ya no os llamo siervos», os llamo amigos. El discípulo comparte el conocimiento del Padre. De aquí la alegría.
Este texto está dominado por el campo semántico del amor: amar (cinco veces); amor (cuatro veces); amigo (tres veces). El versículo inicial ofrece los dos primeros eslabones: «Como el Padre me ha amado, así os he amado yo». Y finaliza con el imperativo: «Permaneced en mi amor».
Comentario
El cristiano es el amigo de Jesús; con Jesús comparte conoci-miento del Padre, alegría y disponibilidad ilimitada para el otro. El cristiano nace de Dios; en él se hace carne el amor del Padre. Estamos llamados a no romper la cadena del amor que, arrancando del Padre nos llega a través de Jesús. El amor sólo puede subsistir si produce más amor. Mejor que ser discípulo de Jesús es llegar a ser discípulo de Jesús.
Se es amigo de Jesús, no desde la servidumbre, sino desde la intimidad de Dios. La confianza no es del siervo sino del amigo.
¿Qué cómo nos ha amado Jesús? «Tanto amó Dios al mundo que nos dio a su Hijo unigénito». Lo expuso a que le gritaran: «Crucifícalo, crucifícalo». Abandonado de Dios: «Dios mío, Dios mío». Gracias a este amor los humanos somos mucho más de lo que aparentamos: crecemos desde lo hondo. El cambio se produce desde el amor. Este amor siempre es gozoso.
Cada uno daremos nuestra visión del amor. La de Dios Padre es la de entregarnos a su Hijo: así demostró su amor. Esto sí que es dar lo mejor de sí mismo. Este amor lo derramó en nuestros corazones (Rom 5, 5 ). Seremos como Dios amor cuando éste alcance la raíz de nuestro ser, el corazón, por el don del Espíritu.
Amor y misericordia son lo mismo: ésta traduce el amor al des-valido, comparte su calvario, lo anima a resucitar desde su tumba.
Dios Padre, Dios amigo. Dios es Padre bueno y Jesús el amigo bueno, el amigo fiel, el amigo que no falla. Hace todo lo necesario para permanecer fiel:
Prometió salvarnos y se entregó hasta la muerte.
Prometió no dejarnos solos: nos envió el Espíritu.
Prometió regalarnos la vida: y nos la dio eterna.
Nos defendió indefensos: sin acepción de personas.
Somos sus amigos: no tiene secretos.
Por tanto, estemos como amigos con Él: «Tratando de amistad, estando muchas veces a solas con quien sabemos que nos ama».
Manuel Sendín, OSST