¿Estamos en condiciones de transformar, convertir, reconvertir la visión que estamos teniendo de nuestro carisma trinitario?
Como casi todo el mundo del ámbito religioso y otras esferas de la intelectualidad y la economía, te vas adentrando en el mensaje que el Papa Francisco ha impregnado en su Exhortación Apostólica “La alegría del Evangelio”. Al referirse a la “crisis económica” el Papa presenta el pensamiento social cristiano, destacando la vertiente antropológica de la crisis, su aspecto ético y cultural y que la Iglesia tiene una palabra clara y precisa sobre las raíces humanas y éticas de la crisis y cuáles han de ser los valores a mantener y defender frente al pensamiento único de la persona como sujeto/objeto de consumo y explotación.
El mapa humano que dibuja el Papa ante la crisis de valores, antes que la crisis económica, es desolador al destacar la situación de “inequidad”, de desigualdad radical existente entre los hombres de hoy, como raíz de los males sociales. Se extiende y se potencia la economía de la exclusión; los pobres son ese “sobrante” que no encaja en esta economía de la competitividad. Es la filosofía del “descarte”; se descarta lo que no sirve, se aplica el reduccionismo antropológico llegando a generar, en el mundo de la globalización, la actitud de la “indiferencia”; la cultura de la sociedad del bienestar hace indiferentes e insolidarias a las personas. El dios “euro-dólar” está en el centro de la filosofía materialista de la vida, desplazando al ser humano y su dignidad a los márgenes de la exclusión, la pobreza más absoluta, la injusticia existencial.
Y este panorama que puede quedar muy bien plasmado en el campo de lo teórico, tiene su concreción en la realidad sangrante que afecta a un número de personas cada vez más amplio. Así lo ha presentado la Fundación FOESSA (Fomento de Estudios Sociales y Sociología Aplicada) y Cáritas en Madrid el 28 de octubre de 2014 en el VII Informe sobre exclusión y desarrollo social en España 2014.
El Informe entra de lleno en el análisis de nuestro modelo de desarrollo social, en el que destacan los altos niveles de desigualdad salarial, la limitada capacidad redistributiva del sistema de impuestos y un sistema de prestaciones reducido, poco protector en el tiempo y que no se adecua a las necesidades de los hogares en función de sus características.
De la envergadura de este deterioro da cuenta el hecho de que el núcleo central de la sociedad española considerado en situación de integración social plena es ya una estricta minoría y en la actualidad representa tan solo el 34,3%, mientras que en 2007 superaba el 50%.
Esto significa que la población excluida en España asciende ya al 25% y afecta a más de 11.746.000 de personas. De ellas, 5 millones se encuentran en exclusión severa. Además, hay que tener en cuenta que 2 de cada 3 personas excluidas ya estaban en esta situación antes de la crisis. Asimismo, se multiplica de forma generalizada la vulnerabilidad de la juventud. Dos datos: el 35% de los jóvenes vive en hogares excluidos y el 27% de los jóvenes desocupados está fuera del sistema educativo. Como se indica en el Informe, en cierto sentido puede hablarse de una «generación hipotecada».
Estas pinceladas de estudios sociológicos serios y de prestigio internacional, nos deben llevar a plantearnos el hecho que hemos de “dejarnos afectar por la crisis actual”. A nosotros los trinitarios nos debe interpelar seriamente esta situación de sufrimiento que padecen tantas personas en riesgo severo de pobreza y exclusión. En la base del carisma redentor que Juan de Mata nos legó está la atención preferencial hacia las víctimas de estructuras sociales y religiosas injustas y deshumanizadoras. Víctimas de las “guerras de religión”, que generaban la crueldad de la cautividad, la esclavitud y la violación de sus raíces cristianas. Lo que obligaba a los trinitarios redentores a salir más allá de las fronteras geográficas y religiosas de entonces. Hoy nos encontramos con las víctimas de estructuras sociales injustas que yacen en “las periferias existenciales” de nuestra sociedad y que nos siguen reclamando a los herederos del carisma redentor de Juan de Mata una respuesta valiente y decidida. Como nos dice el Papa, hemos de estar en actitud de “salida” hacia esas periferias, que nos están demasiado lejos, que están demasiado cerca de nuestros “asentamientos”-Casas-conventos. Este sufrimiento y dolor nos está reclamando salir de nuestras acomodaciones, de nuestras “fijaciones” seguras para trasladarnos allá donde se están ubicando los deshechos, el sobrante, los descartados por esta sociedad del “bienestar” que está generando una sociedad, cada vez más amplia, de la sociedad del “malestar”.
Esta situación no nos debe dejar indiferentes. El mapa humano que configura esta realidad de marginación y pobreza, que está recogiendo a grandes sectores considerados de “deshecho humano” es, cada vez, más desolador y dramático. Hay un sector humano muy vulnerable que se va extendiendo con una rapidez de vértigo. La misma rapidez que nosotros, como Familia Trinitaria, deberíamos ofrecer respuestas reales y concisas a este drama humano.
Estamos abriendo, en las dos Provincias españolas y en los Vicariatos, la “caja de pandora” que nos aboca a los Capítulos Vicariales y Provinciales. ¿Seremos capaces de dar un giro copernicano a nuestro modo de ser trinitarios, a nuestras categorías ideológicas y carismáticas, a nuestra praxis pastoral, que nos envuelven y nos hacen repetir siempre lo mismo, dando vueltas a la noria de la vulgaridad? ¿Estamos en condiciones de transformar, convertir, reconvertir la visión que estamos teniendo de nuestro carisma y su aplicación en las nuevas circunstancias actuales? ¿Tendremos la gallardía de “inventar” un modo nuevo, más profético y arriesgado, de ser trinitarios hoy? ¿Seremos capaces de crear nuevos estilos de acogida, nuevos formas de salidas hacia las periferias, nuevas respuestas al quebrantamiento de los derechos humanos que padecen tantos hermanos nuestros marcados por la injusticia, el hambre y la miseria?
Llevamos años dando vuelta a la reconversión. Los miedos y las cobardías, la apatía, la falta de coraje y la acomodación, nos ha llevado al hecho de que, a estas alturas, las circunstancias paupérrimas que vivimos en España nos está lanzando, obligatoriamente, a la fusión y a tener que dejar presencias y apostolados que nos negamos a afrontar en circunstancias más favorables.
Tenemos ante nosotros una oportunidad maravillosa para profundizar, con valentía y coraje, sobre la esencia de nuestro carisma hoy y los retos que nos plantea este nuevo panorama desgarrador de sufrimiento y miseria, de esclavitud y marginación que padecen nuestros hermanos. Siento que tenemos pendientes respuestas a situaciones de nuevas esclavitudes que nos dibujan la realidad de inmigración, la atención a los presos, la acogida reinsertadora y liberadora, las familias desahuciadas y la bolsa de personas en situación de pobreza severa.
Llevamos un tiempo que nos hemos estancado y no surgen entre nosotros profetas de esperanza e innovación, de coraje y riesgo. Damos siempre vueltas a los mismos temas. Y seguiremos en ellos empeñados en los próximos Capítulos Provinciales, más preocupados de resolver nuestras desilusiones y frustraciones internas que de dar respuestas carismáticas y liberadoras a los nuevos esclavos y víctimas de hoy.
Pedro Fernández Alejo, trinitario