Hoy, Córdoba se viste de luto. Nos despedimos de una gran mujer, una luz que ha iluminado la vida de la familia trinitaria con su incansable labor y su amor incondicional hacia los más necesitados. Sor Antonia García Méndez, una mujer cuya vida ha sido un testimonio viviente de entrega y solidaridad, nos ha dejado físicamente, pero su amor perdurará por generaciones.
Sor Antonia fue mucho más que una religiosa; fue un faro de esperanza para los desfavorecidos, un ángel que caminó entre nosotros con humildad y devoción. Desde su pequeño pueblo natal en Jabalquinto, Jaén, hasta los rincones más recónditos de Córdoba, su presencia irradiaba calidez y amor. Profesó en la Congregación de Hermanas Trinitarias de Valencia en 1967, y desde entonces su vida estuvo dedicada por completo al servicio de los más necesitados.
Su compromiso trascendió fronteras. Desde España hasta Colombia, desde las calles empobrecidas de la «Villa Miseria» de Wilde, en Buenos Aires, Argentina, hasta los corazones necesitados de Córdoba, Sor Antonia dejó su huella imborrable. Durante 25 años, cada día, su cocina era un santuario de generosidad en el Comedor Social «San Juan Bautista de la Concepción».
La noticia de su reconocimiento con la «Cruz Pro Ecclesia et Pontifice» resonó en toda la familia trinitaria, un reconocimiento merecido a una vida dedicada a los pobres y necesitados. Su viaje a Roma para recibir esta alta distinción pontificia fue un momento de orgullo para todos nosotros. Sor Antonia, humilde como siempre, llevó consigo el corazón de Córdoba hasta el corazón de la Ciudad del Vaticano, donde su labor fue reconocida por el más alto nivel de la Iglesia.
Pero más allá de los honores, Sor Antonia permanecerá en nuestra memoria como la mujer sencilla y trabajadora que tocó innumerables vidas con su bondad. Ella era el rostro amable que recibía a cada persona con dignidad y respeto. Su partida deja un vacío imposible de llenar, pero también nos deja un legado de amor y sacrificio.
Hoy, mientras nos despedimos de Sor Antonia, recordamos con gratitud cada sonrisa que compartió, cada plato que sirvió y cada vida que tocó con su amor incondicional. Que su ejemplo nos guíe en nuestro propio camino de servicio y solidaridad.
Descansa en paz, querida Sor Antonia. Tu obra en la tierra ha terminado, pero tu recuerdo vivirá por siempre en los corazones trinitarios.