Roma, la Ciudad Eterna, un lugar donde la historia se entrelaza con la fe de manera inigualable. Para un grupo de jóvenes, como nosotros, pertenecientes a la Orden de los Trinitarios, el que se nos ofreciera la posibilidad de hacer este viaje a la capital italiana organizado por la Conferencia Episcopal y la PJV de los Trinitarios fue una oportunidad única de sumergirnos no solo en la historia de la orden, sino también de profundizar en nuestra fe a la vez que conocíamos a personas que la compartían.
La emoción era palpable desde el primer momento que se nos propuso la actividad y, cuando llegamos al aeropuerto, nos dimos cuenta de que no era solo cosa nuestra, el resto de los jóvenes que asistían al encuentro tenían la misma ilusión que nosotros. Un grupo que se sentía grande, con ganas de vivir la fe y con el que, sin duda, esperamos compartir más momentos.
La propuesta de esta peregrinación estaba clara desde el primer momento: visitar la Ciudad del Vaticano, la sede espiritual del cristianismo, y tener la oportunidad de encontrarnos cara a cara con el Papa. Y, cómo no podía ser de otra forma, el encuentro superó las expectativas en todos los sentidos:
La culminación de esta peregrinación tuvo lugar en la Plaza de San Pedro. Donde, durante una celebración. no solo oímos las palabras del Papa, sino también de diferentes representantes de otras iglesias y el testimonio de diferentes chicos y chicas de varias nacionalidades que hablaban sobre como la fe, les había ayudado en sus vidas. Recordando como la fe es fundamental para todas las personas al llenarnos de esperanza.
Además de todo esto, hubo también tiempo para conocer la ciudad de Roma, comprobando de primera mano la influencia que el cristianismo ha tenido en los edificios y la cultura del lugar en sí.
Por otro lado, me gustaría hacer hincapié en la presencia que tuvo la comunidad trinitaria allí presente, no solo por permitirnos conocer un poco más sobre la orden en sí, sino por la acogida y el cariño que nos han mostrado estos días que nos hemos alojado en su casa.
Así, esta experiencia de hospitalidad y fraternidad ha dejado una impresión que creo será duradera en todos los que hemos participado. Recordándonos el papel clave de la Iglesia como lugar de encuentro para todas las personas que lo necesiten y de la que volvemos con el corazón lleno en todos los sentidos.
Alex Benito Peña
(Trinitarios Córdoba)