JUBILEO DE LA MISERICORDIA QUE LIBERA Y REDIME
Muy cierto el dicho de que “todos los caminos llevan a Roma”, ya que, de todos los caminos, provenientes de las periferias marginales de la sociedad, fueron concentrándose en la Roma que acoge y abraza en la comunión a todos los hijos pródigos que yacen víctimas de sus esclavitudes personales y de estructuras sociales injustas. En torno a unas mil personas privadas de libertad, provenientes de las cárceles de una docena de países, se concentraron el pasado día 6 de noviembre, a la llamada del Pastor y hermano Papa Francisco. Junto a ellos, y viviendo el mismo espíritu de esperanza y comunión, le acompañaban miles de miembros de la Pastoral Penitenciaria de los países participantes, así como Funcionarios y personal colaborador.
El encuentro Jubilar fue en la Basílica de San Pedro. El Papa Francisco, apoyado en su cruz de madera, camina con paso decidido en procesión hacia el altar mayor desde donde va a presidir la celebración del gran encuentro en la Misericordia para más de cuatro mil asistentes a la Eucaristía. Sobrecogedor y cargado de sentimientos profundos fue el testimonio de los presos, funcionaria y policía que intervinieron en el preludio de la celebración. En esos momentos, la grandiosidad del templo no invita a la curiosidad, ni a la distracción. Hay emociones contenidas y con la sensación de tener el corazón en un puño.
Y Francisco habla con voz firme, pausada y ofreciendo convicciones desde la fe. Habla del Dios de la esperanza, quien no abandona a nadie, ni siquiera cuando se ha infringido la ley y es condenado a pagar un alto precio que afecta a su dignidad más profunda. Decía el Papa: “No existe lugar en nuestro corazón que no pueda ser alcanzado por el amor de Dios. Donde hay una persona que se ha equivocado, allí se hace presente con más fuerza la misericordia del Padre, para suscitar arrepentimiento, perdón, reconciliación, paz”.
Sin duda que sus palabras llegan al corazón de todos lo que han experimentan el sufrimiento, la terrible desgracia de la pérdida de la libertad, como también a quienes compartimos el dolor y la tragedia de una vida sin libertad por errores y equivocaciones en la vida. Como decía el Papa: “Os digo: cada vez que entro en una cárcel, me pregunto: «¿Por qué ellos y no yo?».
Qué maravillosa catequesis, y de forma tan sencilla, transmitió acerca de cómo es en verdad el corazón del Padre/Madre misericordioso. “Dios siempre espera, nos decía el Papa. Porque su misericordia no lo deja tranquilo. Es como el Padre de la parábola, que espera siempre el regreso del hijo que se ha equivocado”. Es una exigencia a vivir la esperanza, pero especialmente aquellos que la han perdido o están a punto de hacerlo debido a su situación dramática sin libertad, sin dignidad, sin derechos. “Una cosa es, decía el Papa, lo que merecemos por el mal que hicimos, y otra cosa distinta es el «respiro» de la esperanza, que no puede sofocarlo nada ni nadie. Nuestro corazón siempre espera el bien”. Y animaba a los presos a vivir esta experiencia del Jubileo: “Queridos reclusos, es el día de vuestro Jubileo. Que hoy, ante el Señor, vuestra esperanza se encienda”. Una esperanza que abre caminos de libertad desde procesos de reinserción personal, pero siempre apoyados en la fe y en el perdón, ya que “donde se responde a la violencia con el perdón, allí también el amor que derrota toda forma de mal puede conquistar el corazón de quien se ha equivocado. Y así, entre las víctimas y entre los culpables, Dios suscita auténticos testimonios y obreros de la misericordia”.
El Papa Francisco llama la atención y denuncia la hipocresía de esta sociedad y de quienes se creen mejores que otros que se han equivocado en la vida y que solo merecen el castigo de la cárcel negando toda posibilidad de reinserción en la sociedad. Matizaba el Papa que “cuando se permanece encerrados en los propios prejuicios, o se es esclavo de los ídolos de un falso bienestar, cuando uno se mueve dentro de esquemas ideológicos o absolutiza leyes de mercado que aplastan a las personas, en realidad no se hace otra cosa que estar entre las estrechas paredes de la celda del individualismo y de la auto-suficiencia, privados de la verdad que genera la libertad. Y señalar con el dedo a quien se ha equivocado no puede ser una excusa para esconder las propias contradicciones”.
Finalizaba el Papa invocando la protección maternal de María de La Merced “que tiene en sus brazos a Jesús con una cadena rota, las cadenas de la esclavitud y de la prisión. Que ella dirija a cada uno de vosotros su mirada materna, haga surgir de vuestro corazón la fuerza de la esperanza para vivir una vida nueva y digna en plena libertad y en el servicio del prójimo”.
Terminada la celebración de la eucaristía, todos los participantes en la misma, expresan su agradecimiento y su felicidad brindando un caluroso y sonoro aplauso al Papa Francisco mientras recorría, en procesión, el pasillo central de la Basílica de San Pedro.
La Jornada Jubilar no termina con la Santa Misa para los miles de agraciados que pudimos vivirla dentro de la Basílica. Fuera, en la plaza de San Pedro, se aglomeraba la gente ansiosa de ver, escuchar y rezar el Ángelus con el Papa Francisco asomado a la ventana. No importaba la lluvia. En un instante, la plaza se llenó de colorido multicolor con los paraguas abiertos. Nada se resiste al poder de convocatoria que tiene el Papa para tantos miles de peregrinos que desean verle y escuchar las palabras de reflexión y meditación que, con tanta firmeza y ternura dirige a los miles de cristianos congregaos allí. Su primer mensaje se centraba en vivir la esperanza en la resurrección, recordando la festividad de los Santos y la conmemoración de los difuntos.
Después, el Papa Francisco, resaltó con vigor y firmeza, lo que debe ser siempre la postura de toda la Iglesia en favor de los presos y cautivos de hoy y de sus derechos y su dignidad. En este último mensaje el Papa reivindica y propone aquello que es exigible, desde el Evangelio, para esta sociedad y en favor de los derechos y la dignidad de los privados de libertad. Tres son las propuestas y consideraciones que hace el Papa de cara a beneficiar a los presos y presas con motivo del Año Jubilar de la Misericordia:
Mejora de las condiciones de vida en las prisiones de todo el mundo, de manera que respete plenamente la dignidad humana de los detenidos.
Reflexionar sobre la necesidad de una justicia penal que no sea exclusivamente punitiva, sino que esté abierta a la esperanza y la prospectiva de insertar al encarcelado en la sociedad.
Someto a consideración de las autoridades civiles de cada país la posibilidad de hacer, en este Año Santo de la Misericordia, un acto de clemencia a favor de los presos que considerarán idóneos para que se beneficien de tal disposición.
Es algo más que un deseo, es una necesidad imperiosa que dimana del Evangelio y que Jesús reivindicó en su pronunciamiento programático en la sinagoga de su pueblo de Nazaret, cuando decía que había venido a “anunciar la Buena Noticia a los pobres, la libertad a los cautivos y a poner en libertad a los presos”. La Pastoral Penitenciaria, tiene como objetivo este mismo programa de Jesús, que es el proyecto del Reino como Buena Noticia liberadora de los oprimidos y cautivos de todos los tiempos.
LA PASTORAL PENITENCIARIA DE SEVILLA EN EL JUBILEO DE LOS PRESOS EN ROMA
La Delegación Diocesana de Pastoral Penitenciaria de Sevilla, atendiendo a la llamada del Papa Francisco para celebrar el Jubileo de los presos a nivel mundial en Roma los días cinco y seis de noviembre, organizó todo lo necesario para acudir a la llamada del Papa.
El objetivo principal era el poder llevar a algunos presos de Sevilla a celebrar este Jubileo tan especial y único hasta el momento. No sin atravesar ciertas dificultades provenientes de Instituciones Penitenciarias, al final se pudo conseguir el objetivo de que dos presos, uno de Sevilla I y el otro del CIS, pudieron participar en este maravilloso acontecimiento. Hay que agradecer la labor realizada desde Madrid por parte del P. Florencio Roselló, Director del Departamento Nacional de Pastoral Penitenciaria de la CEE, de la Subdirección de Tratamiento del C.P. de Sevilla I, así como de la Dirección del CIS que hicieron posible que estos dos internos pudieran asistir a este encuentro con el Papa Francisco. Fueron acompañados por el Delegado Diocesano de Pastoral Penitenciaria, por una funcionaria del CIS y otro funcionario de Sevilla I, así como por tres Voluntarios de la Capellanía.
En vivo y en directo pudimos participar de los actos programados por la Secretaría del Jubileo. El sábado por la tarde la Delegación española, con más ciento cincuenta participantes, juntamente con la Delegación portuguesa, nos concentramos en la Iglesia Jubilar de San Juan Bautista dei Fiorentini. Allí tuvimos un momento de oración, con exposición del Santísimo y celebración del Sacramento del Perdón.
Finalizado este momento de oración y saludos posteriores en la escalinata del templo, con reportaje fotográfico incluido, la comitiva partió en peregrinación hasta la Puerta Santa. Guiados por la Cruz del Peregrino, entre cantos y oraciones, el grupo de españoles, junto con otros grupos de otros países, fuimos acercándonos al Vaticano y acceder al interior de la Basílica por la Puerta Santa. Pasar por el umbral de esa Puerta es percibir un sentido nuevo del significado la palabra misericordia; es sentir el aroma que te invade una corriente de paz y serenidad, no exenta de emoción y liberación interior. Fue sobrecogedor ese momento en el que se accede a la grandeza de la Basílica de San Pedro. Como niños sorprendidos ante la novedad y lo grandioso, observas sobrecogido ese fantástico marco arquitectónico que acoge en su interior a toda una muchedumbre de creyentes que vive la maravillosa experiencia de la reconciliación, de la misericordia, del abrazo fraterno con el hermano privado de libertad. Juntos en su solo corazón, en comunión de fe y esperanza, lo vivimos todos cuantos caminábamos hacia el altar mayor de la Basílica.
En ese momento finaliza nuestra Peregrinación hacia la Puerta Santa. Los momentos posteriores son para recorrer la Basílica y admirar las obras pictóricas y esculturales que encierra en su interior. Siendo la Piedad de Miguel Ángel la más visitada por todos los presentes.
El domingo, día 6, bajo un cielo plomizo, muy de mañana, se inicia la caravana de peregrinos para acceder al interior de la Basílica de San Pedro. A las nueve daba comienzo una presentación de testimonios de presos, funcionarios y policía nacional, manifestando sus sentimientos, sus vivencias, sus experiencias de fe en situación de privados de libertad. Cada testimonio era contestado con un fuerte aplauso por todos los presentes. Había emoción y verdad, sentimiento y fe.
El rezo del Santo Rosario era el preludio de la preparación para la celebración de la Santa Misa solemne del Jubileo de los encarcelados.
La Eucaristía fue vivida con intensidad y, más aún, la expectación que suponía escuchar las palabras del Papa en la homilía. Concelebraron unos doscientos sacerdotes, estando presentes, también una docena de obispos.
A todos los participantes de la Delegación de Sevilla nos desbordó la experiencia vivida. Los presos sentían una emoción inaudita ante este acontecimiento que, por gracia de Dios e intervención humana, tuvieron el privilegio de poder disfrutar y llenarse de ese espíritu que irradiaba cada celebración, cada momento de oración. Todo el grupo ha gozado de la sabia de un espíritu marcado por la misericordia, la armonía, la paz y la alegría por haber podido participar en este acontecimiento eclesial mundial orientado hacia los presos, pero con el mensaje para todos los cristianos y la sociedad de usar misericordia para con todos ellos y comprometerse a abrir caminos de reinserción y de libertad.
También es digno de mención la otra parte, no tan espiritual, pero sí necesaria, como fue la turística. Hubo tiempo para hacer un recorrido por la Roma imperial visitando los monumentos más famosos de la ciudad eterna. Aunque cansados por tanto movimiento y el deseo de alcanzar a visitar lo máximo posible, se puede decir que, incluida la gran tormenta del domingo por tarde, ha sido una experiencia inolvidable. El grupo estuvo muy bien cohesionado y en armonía total, con un espíritu de unidad y sintiendo la gran satisfacción y alegría por haber compartido juntos una experiencia humana y de fe tan maravillosa.
Pedro Fernández Alejo, trinitario
Delegado de Pastoral Penitenciaria de Sevilla