El P. Antonio Moldón Ferreras, religioso trinitario, ha fallecido hoy, 5 de junio, a los 92 años de edad. Nacido el 17 de enero de 1932 en Ferreras de Arriba (Zamora), era hijo de Nicolás y Francisca. Era el cuarto de seis hermanos, una gran familia que siempre se ha mantenido unida y que el Padre Antonio valoraba con gran cariño y amor.
Su vida religiosa estuvo marcada por su profundo compromiso con la Orden Trinitaria y su dedicación a diversas comunidades tanto en España como en el extranjero.
El P. Moldón ingresó en el Seminario Trinitario de Algorta el 11 de noviembre de 1944, comenzando su noviciado el 10 de septiembre de 1948 en la misma localidad. Emitió su Profesión Simple el 12 de septiembre de 1949 y su Profesión Solemne el 5 de agosto de 1953 en Córdoba, donde también completó sus estudios de filosofía y teología entre 1949 y 1956. Fue ordenado sacerdote en Madrid el 17 de marzo de 1956.
A lo largo de su vida, el P. Moldón desempeñó numerosos cargos dentro de la Orden Trinitaria. Desde septiembre de 1956 hasta noviembre de 1963, fue ayudante en el Seminario Menor de Alcázar. Posteriormente, en San Carlino, ejerció como Maestro de Estudiantes, Superior y responsable de estudios desde noviembre de 1963 hasta 1971.
En diciembre de 1971, fue trasladado a Victoria, Texas, donde sirvió como coadjutor de la parroquia hasta octubre de 1972. Luego, en Roma, fue el secretario personal del P. Ministro General, desde octubre de 1972 hasta julio de 1983. Tras su estancia en Roma, sirvió brevemente en Andújar y en el Santuario, y continuó en diversos servicios hasta septiembre de 1991, incluyendo Secretario Provincial y encargado del culto del Santuario Nuestra Señora de la Fuensanta en Villanueva del Arzobispo (Jaén).
Desde 1991 hasta 2000, el P. Moldón fue Secretario Provincial y capellán de las Hermanitas de la Cruz en Córdoba. A partir de septiembre de 2000, se trasladó a Sevilla, donde fue coadjutor de las Parroquias de S. Ignacio de Loyola y de Ntra. Sra. de las Veredas entre 2003 y 2007. Posteriormente, regresó a Alcázar, donde fue encargado de la iglesia conventual hasta junio de 2015. Luego, en Valdepeñas, desempeñando su gran y excelente servicio como conventual hasta su fallecimiento.
El P. Antonio era un hombre sencillo, muy religioso, un gran confesor y muy devoto de la Virgen del Buen Remedio. Era también un excelente conocedor del latín, habilidad que le permitía profundizar en los textos litúrgicos y teológicos. A pesar de su avanzada edad, seguía siendo muy trabajador y se levantaba muy temprano para comenzar su jornada. Amaba profundamente su sacerdocio y su orden trinitaria, dedicando toda su vida al servicio de todas las tareas que se les encomendaba. Su vida y obra serán recordadas con cariño y gratitud por todos aquellos que tuvieron el privilegio de conocerle, vivir y trabajar junto a él. Que descanse en paz.