Hoy, 11 de mayo, recordamos la memoria del Beato Domingo del Santísimo Sacramento Iturrate, un presbítero de la Orden de la Santísima Trinidad cuya vida estuvo marcada por una profunda devoción a Dios y un servicio incansable a los demás.
Nacido en Dima, Vizcaya, España, el 11 de mayo de 1901, Domingo Iturrate Zubero fue el primogénito de once hermanos. Desde una edad temprana, mostró signos de una ferviente espiritualidad y una vocación hacia el servicio religioso. Su amor por Cristo se manifestó claramente cuando recibió su primera comunión a la edad de diez años, convirtiéndose en un verdadero enamorado de la Eucaristía.
Domingo ingresó a la Orden Trinitaria en 1914 y completó su noviciado en 1917, emitiendo sus primeros votos al año siguiente. Durante su formación, experimentó una intensa lucha interior que lo llevó a una profunda oscuridad espiritual, pero finalmente encontró la paz y la tranquilidad en su relación con Dios.
Continuó sus estudios en la Universidad Gregoriana de Roma, destacándose académicamente en filosofía y teología. Fue ordenado sacerdote el 9 de agosto de 1925, marcando el inicio de su ministerio pastoral.
A pesar de su deseo de ser misionero, la Providencia lo dirigió hacia el campo de la formación, donde dejó una huella imborrable en las vidas de aquellos a quienes enseñó y guió espiritualmente.
Sin embargo, la vida de Domingo se vio truncada por una enfermedad devastadora: la tuberculosis pulmonar. A pesar de su lucha contra la enfermedad, falleció el 7 de abril de 1927 en el convento de Belmonte, cerca de Cuenca, España.
Hoy, sus reliquias se veneran en la Iglesia del Redentor en Algorta, España, recordando la vida y el legado de un siervo fiel de la Trinidad, que trabajó incansablemente por la salvación de las almas y la glorificación de Dios.
La beatificación de Domingo Iturrate el 30 de octubre de 1983 por el Papa Juan Pablo II es un testimonio de su santidad y devoción, inspirando a generaciones posteriores a seguir su ejemplo de amor y servicio a Dios y a los demás. En este día, recordamos y honramos la vida y el legado del Beato Domingo, cuya memoria perdura en la historia de la Iglesia.