Los trinitarios hemos dejado, al menos, una señal en el calendario universal de la Iglesia: la fiesta del Santo Nombre de María (que en España algunos gustan llamar “Dulce”). Todos los años, el 12 de septiembre, la liturgia celebra el nombre de nuestra Señora, en fiesta próxima a la de su nacimiento (8 de septiembre), por fecha y por sentido.
Antes de 1587, en una capilla de la catedral de Cuenca, se celebraba la fiesta del Nombre de María como fiesta de la octava de su Natividad, esto es, el 15 de septiembre. En 1588, el papa Sixto V concedió que esa fiesta se pudiera celebrar en toda la diócesis de Cuenca, a instancias del canónigo Juan del Pozo Palomino. Entre 1591 y 1594, san Simón de Rojas fue ministro de la comunidad trinitaria conquense; allí conoció y celebró la fiesta del Nombre de María, que debió encantarle, dada su espiritualidad, fervientemente mariana.
Años más tarde, cuando Rojas gozaba de la amistad y favor cercano de los Reyes, sucedió que Felipe IV envió a Roma como embajador extraordinario al Conde Monterrey, con el fin de prestar obediencia al nuevo papa, Gregorio XV. Tras instrucciones precisas de san Simón de Rojas, secundadas por el Rey, el 31 de mayo de 1622 el papa concedió la gracia de que la fiesta del Nombre de María se celebrara en la diócesis de Toledo (que comprendía entonces gran parte de Castilla, incluido Madrid) y en la Provincia castellana de la Orden trinitaria. El 5 de enero de 1623, al despedirse del Papa, el conde le pidió que extendiera la fiesta a todos los trinitarios de España, y Gregorio XV lo concedió. Estas concesiones fueron motivo de grandes festejos públicos, y una de las mayores alegrías para san Simón.
El 12 de septiembre de 1683 tuvo lugar la difícil liberación de Viena de la amenaza turca, en batalla crucial para la historia de Europa. Era papa el beato Inocencio XI, terciario trinitario, quien, en agradecimiento por la liberación de la capital del Imperio Austríaco, decretó que en toda la Iglesia se celebrase la fiesta del Nombre de María el 12 de septiembre de cada año. El mismo papa mandó erigir la iglesia del Nombre de María en el centro del Roma, en el mismo Foro de Trajano y junto a la célebre columna de dicho emperador, bellísimo templo realizado por Mauro Fontana.
Así, mientras en toda la Iglesia resuenan las alabanzas al Nombre de la Madre de Dios, de forma especial se señalan los trinitarios, cantando en este día: “Venid, adoremos al Señor, que adornó a su madre con el nombre de María”.
Pedro Aliaga Asensio, osst
Ministro Provincial